
Muchos padres, madres y educadores nos consultan cómo abordar el tema de la muerte con los niños. Es frecuente que se tengan dudas sobre cómo responder a las preguntas que plantean los más pequeños, y sobre cómo ayudarlos a afrontar la pérdida de seres queridos.
Hemos recogido en este artículo las preguntas más frecuentes y las estrategias para resolver cada situación de la mejor manera.
Son pautas para situaciones generales, pero hay muchos factores a tener en cuenta y situaciones más especiales que requerirían de un tratamiento diferenciado (muerte de un compañero de clase, asesinato, catástrofe, pérdida de toda la familia… etc.)
¿Cómo le explico a mi hijo qué es la muerte?
-Lo más importante es hablar de la muerte con naturalidad, como parte de la vida, partiendo de las preguntas del niño, mostrándonos cercanos y disponibles.
– El mensaje tiene que adaptarse a la edad del niño y a su lenguaje.
– Los niños más pequeños no tienen un planteamiento lógico abstracto, por eso es mejor utilizar metáforas, analogías y cuentos.
– Es importante reducir la angustia que produce la idea de la muerte, pero sin engañarlos.
– Si se tiene una creencia religiosa, explicar la muerte a través de dichas enseñanzas es lo mejor, permite calmar la incertidumbre del niño y reducir la angustia (cielo, alma, resurrección… etc.)
– También se puede hacer uso, para explicar la muerte, del ciclo de la naturaleza, de las plantas, de los animales.
-Es muy importante que el niño entienda que la muerte es permanente, que no hay vuelta atrás, que no se puede estar muerto un ratito y luego vivir.
– Hay numerosos recursos para tratar el tema: libros, cuentos, películas.
¿Qué debo evitar contar?
– No es bueno comparar la muerte con el sueño. El niño o la niña pueden confundirlo y tener miedo a irse a dormir o a quedarse dormido.
– Hay que evitar decir que «se murió por una enfermedad». Los niños más pequeños no distinguen entre las enfermedades leves y las mortales. Es importante aclarar que sólo una enfermedad grave puede causar la muerte.
– Expresiones ambiguas o confusas, que pueden dar lugar a interpretaciones erróneas, tipo: “el abuelo se ha ido”, “tu papá está en un lugar mejor”, “se fue al cielo”…
– Explicaciones que den lugar a pensar que la muerte es selectiva, diciéndoles cosas como: “No te preocupes, que eso no me va a pasar a mí”, “eso solo le ocurre a la gente mala”, etc.
– Las respuestas rotundas, tanto el “sí” como el “no” suelen jugarnos malas pasadas: el sí, porque genera mucha angustia en el menor ante la idea de la propia muerte, la soledad, el abandono; y el no porque, al ser un engaño, en la mente de los pequeños -donde prima la fantasía- se hace posible la sensación de inmortalidad o de una mortalidad dependiente de factores controlables por la conducta del niño.

¿Qué le digo si me pregunta cuándo nos moriremos nosotros, sus padres?
Es una pregunta que está expresando una preocupación frecuente en los niños, la de perder la protección de sus padres.
Ante esta pregunta podemos responder con otra pregunta «¿Te preocupa que no estemos aquí para cuidarte?». Si es así, podemos continuar tranquilizándolos: «Yo no espero morirme hasta ser vieja/o, dentro de mucho tiempo. Espero estar aquí para cuidarte todo el tiempo que necesites. Pero si papá y mamá se mueren antes, habría muchas personas que te cuidarían, los tíos, los abuelos, etc.».
¿Qué hacer cuando fallece un familiar?
-Ser receptivos a las preguntas del niño o la niña, explicándole lo que ocurre.
-Decir la verdad, adaptando el mensaje a la edad del niño.-Mostrarse cercanos, disponibles y afectivos.
-Que los adultos expresen las propias emociones ante la pérdida, permiten que los niños puedan expresar sus propias emociones también, y ver que es normal el llanto ante una despedida.
-Ayudarles a manifestar sus emociones, permitiendo que se expresen hablando, pintando o escribiendo una carta. Hay que enseñarles que lo que están sintiendo es normal.
-Incluirlos en los rituales de despedida. Despedirse de la persona fallecida, supone un acto de homenaje a la persona que se fue, un encuentro con los familiares y personas queridas compartiendo emociones y recuerdos, ello permite afrontar mejor la situación de pérdida y ayuda a recuperarse antes.
– Puede ser muy beneficioso hacer con los niños algún homenaje a la persona fallecida: hacerle un dibujo, poesía o canción, plantar un árbol en su honor, elaborar una caja con recuerdos, etc.
¿Es bueno que mi hijo vea en el hospital a la persona enferma? ¿Puede traumatizar al niño ver a una persona que va a morir?
Es frecuente que los adultos se planteen si ver a un familiar en un estado de enfermedad va a traumatizar a los niños. Pero si a los niños les explicamos lo que van a ver, cómo va a encontrar al enfermo, etc. no va a haber ningún problema. Las explicaciones deben ser completas y sencillas, para facilitar que el niño anticipe lo que va a ver.
Antes de nada hay que plantearles la situación: “El abuelo se ha puesto muy malito, y está en el hospital. Los médicos van a hacer todo para que mejore, pero es posible que siga estando muy enfermo y que muera”. “Cuando entres en la habitación verás que tiene una mascarilla, es para respirar mejor, por ahí le entra más oxígeno. También verás algunas máquinas que hacen ruido y pitan, son para ver los latidos del corazón, medir la temperatura, etc.” “El abuelo puede que esté dormido, porque le dan una medicación para que esté tranquilo y descanse”… (etc.)
¿Llevo a mi hijo al tanatorio, al entierro y al funeral?
Muchos adultos creen que si llevan al niño a un tanatorio, a un entierro o a un funeral, le van a generar un recuerdo doloroso, negativo o imborrable que marcará toda su vida. Pero para los niños puede ser beneficioso participar en estos ritos, ya que se sienten parte de la familia, notan el apoyo y pueden despedirse del fallecido, haciendo real la pérdida.
¿Pero a qué edad puedo llevarlo? La mayoría de la literatura sobre el tema, resalta que a partir de los seis años podemos llevarlos a estos actos sin problemas.
En cualquier caso hay que tener en cuenta:
• La decisión de ir la tomará siempre el niño. Tenemos que explicarle y preguntarle, y será él quien tenga la última palabra. Si, una vez tomada la decisión de ir, vemos que el niño se encuentra incómodo o expresa malestar, le preguntaremos si desea interrumpir la actividad y le acompañaremos fuera sin darle importancia, le explicaremos que es normal y que no pasa nada.
• Es fundamental anticipar lo que va a ocurrir, contándole con detalle cómo va a ser el lugar, el ambiente, la vestimenta, el ataúd, en qué consiste el pésame, la ceremonia… etc.
• Explicarle al niño que las reacciones emocionales son normales, que es muy probable que vea a personas llorar porque están tristes, que la gente estará seria y a lo mejor parecen enfadados.
• Estar siempre cerca del niño y evitar dejarle solo.
• Tenemos que estar abiertos a responder cualquier pregunta del niño, dejaremos en todo momento abierta la posibilidad de preguntar.
Mi hijo dice que ve a su abuela fallecida ¿Es preocupante?
Esto es algo frecuente, sobre todo al inicio del duelo. No sólo le ocurre a los niños, sino que nos puede ocurrir a todos, son sensaciones muy normales que van pasando con el tiempo.
Si los niños expresan esto, lo mejor es responder con naturalidad sin alarmarse, diciéndole que es normal que lo vea porque lo echa de menos, y que ya irá pasando.
¿Cuáles son las señales de alarma para acudir a la ayuda de un experto?
– Problemas constantes de ansiedad, dificultad para dormir, pesadillas, problemas de alimentación, nerviosismo.
– Somatizaciones que se mantienen en el tiempo (dolor de cabeza, estómago, vómitos… etc.)
– Estado depresivo y apático que se mantiene, falta de interés por jugar o estar con sus amigos o hacer sus actividades cotidianas.
– Bajada drástica de su rendimiento escolar
– Agresividad
– Miedos prolongados e impropios de la edad, o pánico
– No poder separarse de sus padres o figuras de apego, manifestando ansiedad y miedo.
El gran problema de la muerte es que desde niños y en diferentes culturas se trata como tabú, se evita hablar de ella, se maquilla la muerte.
Pero por mucho que evitemos el tema, la muerte está ahí, es una realidad importante y está constantemente metiéndose por todas las rendijas de nuestra vida. No es cuestión de vencerla, sino de sentirse por encima de la amenaza de lo que significa.
Por tanto, convivir con la muerte es convivir con la vida. Y superar la vida es superar la muerte.
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